Mis nietos vienen teniendo aventuras que merecen ser contadas. En esta, buscan al hada que casi les arruina la Navidad y a la que conocieron cuando la familia compró una bañera usada. En este link, podés leer esa primera historia: https://adrianaposgrado.wixsite.com/misitio/post/la-bañera
Esa mañana las chicas se despertaron más inquietas que otros días. Ya de movida, abrieron los ojos y se saludaron cuchicheando.
Bajaron a tomar la leche, y se arrodillaron en las sillas de la cocina, de espaldas a la ventana, pero una al lado de la otra para poder seguir hablado de aquello que las tenía tan intranquilas.
Fidel se dio cuenta enseguida de que algo pasaba…
- Chicas - les dijo - algo están tramando.
- ¿Nosotras? - le contestó Simona.
-No pasa nada - le dijo Almendra.
Pero sí pasaba. Y se notaba mucho.
Tanto insistió Fidel que al final le contaron su preocupación: les interesaba saber cómo seguía el hada que habían encontrado en la bañera…
Fidel las miró incrédulo. Se puso blanco. Se puso rojo. Se puso furioso:
- Pero ¿ESTÁN LOCASSSS…? ¿Ya se olvidaron lo que nos costó sacarla del medio?
- Bueno. ¡Pobrecita! - dijeron las dos a coro.
- ¿Le decimos a papá que nos lleve a verla? - dijo Simona y puso carita de triste.
- ¡Dale, Fi…! ¡daaale…! - dijo Almendra haciendo puchero.
Fidel, que nunca puede decirles que no a sus hermanas, y ellas lo saben, primero refunfuñó. Después se puso a patalear en el piso. Después zapateó de bronca por todo el comedor y al final dijo: - Bueno
A esta altura, el espíritu navideño había quedado un poco desdibujado por tanta incertidumbre… Ya no pensaban ni en el arbolito, ni siquiera en los regalos. Toda la preocupación era: ¿quién le decía a Abel?
Decidieron que lo iban a hacer cuando mamá y a papá estuvieran juntos, pero no cuando Abel estuviera con algún hierro en la mano (por las dudas).
El almuerzo era el mejor momento. Ese día se los veía de muy buen humor porque al papá ya no le dolía el pie que lo estaba volviendo loco. Y sin querer, les dio la oportunidad para plantear el conflicto, cuando dijo:
- ¿Y chiquis? ¿jugamos al Uno?
Se miraron cómplices, y los tres al mismo tiempo dijeron:
- ¡Pá! ¿y si vamos al lago?
- ¡No pá! ¡Vamos a la cascada de los duendes!
- ¿Vamos a ver si está el hada?
Abel los escuchó sorprendido. Carla abrió la boca así de GRANDE pero no pudo emitir sonido. Los dos se miraron, miraron todo lo que los rodeaba, miraron a los chicos y sin poder hablar, desfilaron por su memoria todas las imágenes de las cosas que les pasaron cuando el hada se había instalado en la casa y no podían sacarla de ninguna manera.
Y con una única respuesta al unísono dijeron: ¡noooooooooooooo…!
Fue tan fuerte ese no, que Valiente, el gato de la casa, se escondió adentro del lavarropas, los tíos vinieron corriendo desde su casa para saber si les había pasado algo. Los primos aparecieron por atrás de ellos. Santi, el vecino, asomaba la cabeza por entre las piernas del tío Flavio. La tía Mariela, que siempre anda por ahí con los perros y las plantas, dejó todo y llegó agitada porque se imaginó algo muy malo.
Los pájaros dejaron de volar. Los coches dejaron de pasar…
Bueno. Tanto no. Un poco exagerada esta parte.
Volvamos al no y a que vino el tío.
Cuando le contaron de qué se trataba, Flavio les dijo que por qué no iban… ¿qué podía pasar? Y agregó: - ¡Está tan lindo el día! ¡mirá las caritas que les ponen! ¿cómo les van a decir que no?
¡Ese tío se merece un abrazo muy grande!
Así fue que se prepararon para un viaje del que nunca se iban a olvidar.
Carla, la mamá, comenzó a separar todo lo que necesitaban llevar: el agua del mate, el agua fría para tomar, las galletitas, la yerba, el mate, el mantelito, unos sanguchitos, el protector solar, una crema, un saquito para cada uno, las remeras anti UV, una mantita, un repasador… Abel, preparó el coche, subió el bote al carrito, puso los remos, los salvavidas, revisó el aceite, la nafta, cargó música en el celular.
Cuando todo estuvo listo se fueron escuchando música, como siempre que viajan en el auto. Llegaron al lago y bajaron el bote. Subieron en él todo lo que habían traído y comenzaron el viaje… Cuando estaban navegando sobre la turquesa mansedumbre, descubrieron que el agua comenzaba a hacer más remolinos que de costumbre y, que unas burbujas salían a la superficie.
Fidel se asustó. Simona se asustó. Almendra se asustó. Los papis se asustaron. Valiente no, porque todavía seguía escondido en el lavarropas.
Entonces lo vieron: era Nahuelito. Se espantaron mucho, pero enseguida Fidel se dio cuenta que no tenían que preocuparse. Simplemente vino a acompañarlos. Se ve que se enteró que él muchas veces intentó averiguar por dónde andaba, y como se acercaban las fiestas quiso darles la sorpresa de dejarse ver.
Y así siguieron acompañados por el monstruo del lago que a cada rato sacaba la cabeza y les tiraba agua con la boca. Era muy divertido. Los mojaba y se zambullía. Le encantaba jugar así y a ellos que él los moje. ¡Menos mal que era verano!
Cuando llegaron a la orilla, Fidel se metió en el agua y se aproximó a Nahuelito que también se acercó a él. Puso su cabeza al lado de la Fidel y le dijo al oído: - Me escapé del Nahuel Huapi porque estaba cansado de que me buscaran todo el tiempo. Acá en el Gutiérrez estaba tranquilo, pero desde que Uds. dejaron el hada en la cascada, nos está volviendo locos a todos… ¡llevénsela!
Fidel no podía creer lo que escuchaba, y mucho menos que se lo dijera un monstruo. Le iba a contestar, pero éste ya había desaparecido en las profundidades del lago… Entonces se fue corriendo a decírselo a sus papás y a sus hermanas.
Todos pensaron lo mismo: lo insoportable que era el hada cuando la tuvieron de “invitada”, pero no se imaginaban que pudiera ser tan terrible en el bosque.
Caminaron hasta la entrada del parque siguiendo el sendero, cruzaron el puentecito, y de a poco subieron la pequeña cuesta que los llevaría a la cascada propiamente dicha.
La belleza de ese lugar, el sol filtrándose entre las ramas de los árboles, el canto de los pájaros, todo era mágico y parecía transportarlos a un lugar de ensueños… amaban recorrer ese camino en familia…
De pronto:
- ¡Pts! ¡Pts!
Miraron y nada…
Debe ser el sonido de algún pájaro - dijo el papá.
- ¡Pts! ¡Pts!
Otra vez ese sonido, pero como seguro era un pájaro, siguieron caminando y jugando en los distintos recovecos que el lugar les presentaba.
- ¡Pts! ¡Pts!
Las chicas se pararon preocupadas y comenzaron a escudriñar por los distintos lugares. Allá, no tan lejos, del otro lado del arroyito, vieron algo muy cómico: detrás de un añejo árbol, que por el grosor debía tener más de doscientos años, había una panza que sobresalía por adelante y una cola gorda que sobresalía por el otro lado del árbol… ambas rojas como el centro de una sandía, o como un tomate, o como las frutillas que tanto les gustan.
Se acercaron despacio y vieron lo que jamás hubieran imaginado en la vida que iban a ver: ¡Si! ¡Era Papá Noel escondido detrás del árbol!
Empezaron a gritar y a cantar, llamaron a Carla, a Fidel, a Abel… Hicieron un alboroto tan grande que Papá Noel salió del escondite y pidiéndoles que se callen…
- ¡Por favor! ¡dejen de gritar! ¡no quiero que descubra que estoy acá!
Ninguno entendía nada de lo que decía este hombre, que vociferaba desesperado y no lograba que los chicos (y sus papis) lo dejaran de mirar con ternura y asombro. Tan gordito, tan rechonchito, tan bonito él con esa barba blanca y esa pancita de abuelito bueno…
- ¡Ey! ¡Dejen de gritar! - dijo al final muy enojado. Y todos se callaron y se quedaron como petrificados.
Al final fue Carla la que se animó y le preguntó: - Pero ¿qué te pasa? ¿Te podemos ayudar?
- Es el hada. No quiero que se entere que estoy acá
- ¿El hada? - preguntó Fidel
- ¿El hada? - dijeron las nenas
Abel no dijo nada porque no podía parar de reírse viendo a Papá Noel. Recuerdos de la infancia, seguro.
- ¡Sí! ¡El hada! - contestó. - Uds. saben que yo me entero de todo lo que pasa en la Tierra. Bueno. Ella se quejó de Uds. y vine a ver qué pasaba. Llegué a este bosque y la encontré triste, llorando. Reconozco que le creí y que Uds. se iban a quedar sin regalos, por haberla abandonado acá, solita. Tan malos me parecieron con lo que ella me relataba. Me dio tanta lástima que me la llevé al Polo Norte, pensé que una mano más siempre viene bien para ayudar a hacer regalos. ¡Quién me habrá mandado! ¡In-so-por-ta-ble! Resulta que ella se cree que es más importante que los duendes y los quería tener de sirvientes. Los quería no: los tuvo. Era un hada muy exigente. Quería queso Chubut; quería miel pura; decía que hacía frío (es el Polo Norte, obvio que hace frío); le pedía al duende de los dulces que le prepara turrones de miel con maní; al duende de los postrecitos, torta de almendras con frutos rojos; a los duendes constructores, camitas bien blandas que siempre le parecían duras… La cuestión es que poco a poco toda la fábrica estuvo a su servicio y ya nadie fabricaba juguetes. Todos tenían que estar atendiéndola a ella. Mi esposa me dijo que tenía que hacer algo, pero yo no sabía qué, porque ya nadie me hacía caso. Solo estaban atentos a lo que el hada pedía, no por encantamiento, sino porque es tan exigente que no los dejaba pensar. Una mañana me levanté enojado, la metí en la bolsa de repartir los juguetes y la traje de vuelta.
- ¡Ah! ¡Bueno! - dijo Carla - entonces si ya la trajiste ¿cuál es el problema?
- El problema es que no me puedo ir porque si pongo en movimiento el trineo, ella me va a ver y se va a subir de nuevo… ¡Y ya casi no falta nada para Nochebuena y tengo que entregar los regalos a todo el mundo!
- ¿Y en qué te podemos ayudar? - le preguntó Abel.
- Tenemos que pensar cómo me puedo ir.
Todos se sentaron a pensar. Se pusieron en la posición de pensar, que es con la cola en el piso, la mano en el mentón y, poniendo cara y mirada de estar pensando. Todos menos Papá Noel, que prefirió sentarse en un tronco porque ya está viejito y dijo que si no, no se iba a poder levantar. De pronto todos comenzaron a encontrar soluciones:
- Le hacemos una casita con ramas y la metemos adentro ¾ dijo Almendra
- ¡No! ¡Mejor la atamos a un árbol! - dijo Simona
- Lo traemos a Valiente que la cuide - dijo Fidel
- Le hago una jaulita en mi taller - dijo Abel
- Le pinto un paisaje y la llevamos a otro lado - dijo Carla…
Estaban muy preocupados pensando posibles soluciones, cuando de la nada vieron llegar a un gnomo.
Los gnomos no son iguales que los duendes. Son más parecidos a nosotros y suelen ser mucho más sabios que ellos. Caminan muy despacio. Hablan lento con voz muy profunda. Tienen largas barbas y miradas bondadosas.
Al menos así era éste. Todo vestido de verde, llegó caminando muy, muy despacio… se acercó al grupo. Se sentó en una ramita que estaba en el suelo. Se cruzó de piernas. Sacó su pipa, la encendió, y los miró a todos. Solo al rato dijo:
- ¿Tanto lío por un hada?
Les dio un ataque de risa a todos. Sobre todo, a Papá Noel, que - ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! - no podía parar de reírse…
- Este tipo no tiene idea de quién es ese hada…
- Buenooo… - dijo muy pausadamente el gnomo - el problema es…
Y no pudo seguir hablando porque en ese momento se escuchó:
-¡Así los quería agarrar! ¡Traidores! ¡Abandonadores de hadas sufrientes! ¡Enemigos de la hermosura que represento! ¡Aniquiladores de la magia de mi existencia!
Pero, algo pasó. Cuando el hada vio al gnomo, se calló de golpe. Se puso colorada. Las piernas le temblaron. La voz no le salía. Las alitas comenzaron a vibrar como si una música las hiciera bailotear de un lado para el otro. Sus ojitos comenzaron a parpadear rápidamente. Tanto fue el impacto que le causó este ser, que tuvo que sentarse…
Carla se dio cuenta enseguida que algo serio le pasaba y fue corriendo a socorrerla. Simona le hacía vientito con una hoja que encontró en el suelo, y Almendra le acariciaba la manito para reconfortarla.
¿Ya se dieron cuenta de lo que le pasó? ¡Si! ¡Se enamoró perdidamente del gnomo!
Y ahí entendieron todo. Resulta que las hadas se casan con los gnomos, y este gnomo no era ningún tonto. Como andaba buscando novia y se enteró que había un hada que estaba haciendo lío en el bosque, se vino a ver si la encontraba, y nada mejor que estar al lado de quienes la habían echado porque a ellos, seguro, seguro, ella los iba a localizar. Porque las hadas, a veces, son un poco rencorosas. De esta forma, para él era mucho más fácil dar con ella, esperándola donde iba a venir.
Lentamente los dos se acercaron… él la tomó de la mano… ella ya no habló… sus caritas se transformaron por el amor y se los vio muy felices. Sin decirse nada, caminaron por el bosque y se perdieron entre los árboles y las flores que iban creciendo a su paso…
Seguro se fueron a ese lugar mágico en que habitan gnomos y hadas, porque no se los vio nunca más, ni se supo de ningún lío, ni de ningún turista que la hubiera encontrado.
Papá Noel sacó el trineo de la cueva donde lo tenía escondido, les dijo algo a los renos, y partió rápidamente hacia el Polo Norte para organizar la entrega del 24… Rápido para llegar a tiempo de repartir regalos y también, apurado no vaya a ser cosa que volviera a aparecer el hada.
Mientras tomaba altura, Fidel llegó a gritarle: - ¿Y nosotros? ¿Vamos a tener regalos?
- ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! ¡Claro que sí! Con lo que hicieron hoy liberándome del hada, tienen garantizados regalos por muchos años - les gritó desde el trineo que ya se perdía en el resplandeciente cielo celeste de la tarde de verano.
Y así, caminando despacito, volvieron al bote. Carla comenzó a guardar todo lo que había llevado y que no usaron: el agua del mate, el agua fría para tomar, las galletitas, la yerba, el mate, el mantelito, unos sanguchitos, el protector solar, una crema, un saquito para cada uno, las remeras anti UV, una mantita, un repasador… Abel, puso los remos, los salvavidas, encendió la música del celular y preparó todo para llegar y subir el bote al carrito y partir nuevamente con el coche hacia la casa.
Cuando llegaron le contaron todo a Flavio, que no les creyó. Y a la tía, que tampoco les creyó. Pero los primos, Ciro y Luz, sí les creyeron.
Se fueron todos a la casa a jugar arriba, en las piezas, pero antes de subir la escalera se acordaron y sacaron a Valiente del lavarropas…
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