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Rutina

Otro día para enfrentar. Otra mañana. Otra rutina.

Abro los ojos y trato de percibir qué sucede hoy en mi cuerpo.

Hago un recuento prolongado de cada zona: la cabeza, los brazos, el estómago (sobre todo estos dos), las piernas que molestan más que nunca…

Parece que voy a poder levantarme.

Cierro los ojos. Despacio me incorporo y comienzo el lento devenir de sentarme, esperar que pase el mareo, abrir los ojos nuevamente. Sigo esperando. Me levanto despacio. Apoyo las piernas y pruebo si me sostienen. Me paro.

Camino lentamente al baño. Otro momento de incertidumbre… ¿funcionará mi cuerpo para despedir los tóxicos que se produjeron durante la noche?

Me lavo los dientes. Me miro en el espejo intentando ver la extensión de la hinchazón y el rojo de mis mejillas que queman como cada mañana después de la aplicación. Manchas no hay. Tuve suerte. Se formaron muy pocas

Procedo a higienizar mi boca con el cepillo suave que aprendí a usar para no lastimarme.

Me pongo cremas como me enseñaron. Me maquillo para recibir la vida de la mejor manera posible, o para que se note lo menos posible que estoy intentando retenerla con todas mis fuerzas.

………

Vivo en una avenida, en un barrio lleno de verdes y colores.

Las dos cuadras entre las que está mi casa son particulares.

Del lado de mi vereda, algún negocio y el resto viviendas. En cambio la de enfrente son negocios con alguna que otra casa perdida y camuflada detrás de las vitrinas o portones.

Los vecinos son laterales. Los comerciantes están enfrente.

Me propongo cada día ir a hacer las compras. Despacio.

No tengo changuito. Cruzo a la ferretería y me compro uno. Me siento casi casi una millonaria libre para hacer lo que quiera…

Comienzo el derrotero de comprar en un negocio, poco, que no pese. Volver, descargar el chango y salir nuevamente.

Este simple ejercicio requiere de mucho tiempo, pues entre una y otra minicompra, es necesario detenerse y hasta recostarse un rato para poder continuar.

Mi esposo me observa y deja que pruebe mis fuerzas, no sin antes intentar convencerme para que no haga nada. Que me quede quieta. Que me quede en la cama.

No entiende que eso es lo contrario a lo que me propongo.

Siento que si le hago caso pierdo en esta guerra contra el cáncer. Que tengo que demostrarme que puedo, que tengo cada día hacer que un poco más.

Nunca fui una mujer quieta. Siempre tuve proyectos en mis manos. Muchos, superpuestos.

Inversamente, ahora, solo me propongo una cosa. Una. O caminar, o levantarme, o comprar papas. Una, solo una y con gran sacrificio: seguir viva

En estos meses pasé de ser la mujer capaz de planificar por años a ser alguien a quien le planifican la vida y el esquivar la muerte.

De años a horas o días. O minutos.

Ya no me siento capaz de organizarme sola. Me convertí en una persona dependiente. Me puedo bañar sola, pero mi esposo debe ayudarme a vestirme.

Durante muchos meses, casi tantos como los que llevo en quimioterapia, la dificultad en colocarme la ropa estuvo presente.

Pero le hago frente. Cada vez menos pido ayuda aunque eso implique gran dolor (sobre todo en la zona de la cirugía axilar) y mucho tiempo hasta poder “acomodar” lo que queda de mamas dentro de un corpiño que aprieta.

Pero: No es ahora momento de ceder.

Siempre intento tener una sonrisa a flor de piel, no por aparentar, sino para luchar.

Sé, estoy segura, que a la muerte se la enfrenta con alegría, con decisión. Igual que al autoritarismo. Burlarse de un autoritario es la mejor forma de desacomodarlo. Estoy probando la misma estrategia con la muerte.

Me viene saliendo bien… cada día estoy más segura de haber ganado esta batalla, aunque por momentos me derrumbe.

Y sigo. Me levanto del pozo. Nunca llego al fondo. No me lo permito.

Siempre tengo una escalera para salir y seguir corriendo

…………………………………………………..

Llega la noche… estoy rendida, como cada final de día…

Me levanto de la silla para ir a acostarme. Me doy cuenta de que ya no tengo fuerzas. Nada. Ni un poco.

Caigo en la cama así como vengo, cual bolsa de papas diría mi mamá.

Ni me acomodo. Ya habrá tiempo.

Ni siquiera voy al baño. Ya me despertaré de madrugada y habrá tiempo

Ahora necesito dormir. Descansar del larguísimo día y recuperar fuerzas para enfrentar mañana otra rutina, pero cada vez más independiente

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