La muerte es así: te sorprende o te esquiva.
Juega a las escondidas con la gente y de vez en cuando hace “piedra libre” antes de terminar de contar.
Hoy estoy acá, en una clínica, haciendo nuevos estudios, nuevos controles.
Ella está contando para mi, pero sin cumplir con todas las reglas del juego: no me dijo hasta cuánto o a qué número iba a llegar.
Mientras mis venas se resisten a recibir nuevos fluidos, mi mente intenta convencerlas y darles la orden de ceder y no explotar, facilitando el dejarse intervenir y recibir los líquidos que permitirán conocer el estado de mi cuerpo.
Lo logro. Suspiro profundo.
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Salimos a caminar, sacar fotocopias y tomar algo mientras transcurren las dos horas necesarias para que el reactivo se difunda por el organismo.
Y allí, sentados en un bar, nos enteramos que murió el juez más corrupto y oscuro de la historia reciente.
Un juez famoso por haber aparecido en una servilleta, asesinar por la espalda o ser el más afortunado “ganador” de todos los sorteos de cuanta causa involucrara a sus adversarios políticos.
La muerte es así. No distingue entre amigos y enemigos.
Ella actúa.
Hoy, dejó de contar para él.
Lo descubrió y lo libró, aunque muchos ya lo habíamos descubierto.
¡Piedra libre! – le dijo mientras lo llevaba.
Lástima que dejó impunes tantas miserias y tantas maldades.
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