top of page

Mujeres

Ella entra y se sienta en el sillón del rincón. Cuando puede elige ese. Es más tranquilo. No pasa nadie por el medio. Queda escondido detrás de la heladera en que se guardan las drogas para usar.

Al lado hay una cama que habitualmente se separa con una cortina. Hoy no. Sentada allí una mujer se desprende la blusa y deja entrever la vía fija por la que ingresará la medicación.

Ella la mira. Nunca hablaron mientras esperaban.

Es mujer de al lado cierra los ojos mientras se la conecta por entre su blusa. Se entrega al tratamiento que espera le alargue la vida.

Las enfermeras recorren las camas y sillones silenciosamente, revisando los sachets de sueros con químicos, atentas a cualquier cambio y a cualquier inesperado inconveniente en las relaciones medicina-brazo-paciente.

Ella también cierra los ojos. Cumple la costumbre de estirar el brazo y colocarse los auriculares para escuchar música y aislarse del dolor.

De pronto una voz tenue irrumpe esa rutina.

La mujer le está hablando. La sorprende. Nunca habían intercambiado nada

Se quita el aparato del oído y la mira.

Es un poco mayor que ella. Prolijamente protegida su cabeza calva con un turbante bonito y de color neutro

Una edad indescifrable. Más de 60 años seguro. Menos de 70… una mujer cuyo rostro refleja una belleza lejana que aún se vislumbra y aparece reflejada.

Una señora “del hogar”. Así la imagina. Un ama de casa hecha y derecha.

La mira y la ve con un delantal de flores rosas con volados, impecablemente peinada, tenuemente maquillada. Que no se note, que no provoque. Una SEÑORA, así, con mayúsculas

Una mujer solícita y preocupada, que vive esperando a su esposo para atenderlo

Y no se equivocó. Presta atención a lo que le dice.

Su esposo, también con cáncer de cerebro, está internado en otra clínica. Ella vino a hacer el tratamiento y se va para allá. A ponerse a su servicio, porque él la necesita.

Piensa en el patriarcado. En ese hombre que seguramente la precisa, no lo duda. Pero ella vino sola. Nadie la acompañó. No es el mandato.

La imagina levantándose de la cama. Cerrando su blusa y ocultando la vía. Poniéndose el mejor vestido y la mejor sonrisa para ir a atender al macho digno de protección y cuidados, para el que siempre habrá que estar bien y disponible.

Terminó de hablar y volvió a callar. Como siempre. Como cada lunes. La vio volver a entrecerrar los ojos mientras el líquido rojizo se desliza por el caño que une el suero y su brazo.

Trata de pensar qué estará sintiendo. Cuánto esfuerzo será para ella estar aquí, sola, mientras su hombre se encuentra solitario en otro lugar.

No volvió a hablarle.

No la vio más.

Mujeres que sufren silenciosamente mientras aguardan el momento de demostrar que son eficientes en sus tareas femeninas social y autoritariamente impuestas para ellas.

Ningún otro lunes compartió su historia ni la vio llegar con su turbante discreto y señorial a recibir el tratamiento.

Entradas recientes

Ver todo

Descanso

Mar, playa, arena. Todo perfilaba unas vacaciones extraordinarias. Solo le faltaba conseguir con quién pasarlas. Decidió que mejor sola…...

CAFÉ

No hay ninguna norma moral natural. Todo lo inventamos los seres humanos. Dora Barrancos. La pollera bamboleante permitía imaginar las...

댓글


bottom of page