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La belleza y la salud

Alguien en algún momento mencionó que existía una ONG que nos ayuda a llevar adelante los avatares y efectos de la quimioterapia.

¡Si! ¡Sé quién fue! Una vecina de mi sobrina que pasó por esto y puso toda la onda en ayudarme (al igual que mi sobrina)

Comienzo a buscar información en internet. Resulta que son muchos los países en que están y organizan jornadas en las que te enseñan a maquillarte.

Consigo un turno. Mi hermana “se engancha” en acompañarme. Me siento afortunada por esta compañía.

Llegamos al hospital en que se realiza el encuentro. Me siento rara, extraña, ajena a todo esto. Pienso si realmente me está pasando y al mismo tiempo que es necesario que haga todo lo posible para no decaer.

Me siento cerca de la puerta. No sé. Estoy más segura pensando que puedo escaparme en cualquier momento.

La mesa es grande. Muy grande. No soy la única que llega acompañada, pero la mesa era para nosotras, las enfermas. Las sillas de nuestras custodias estaban al lado nuestro, pero detrás. Cerca, pero no tanto.

Nos dieron la bienvenida calurosamente. Un médico nos recibe muy bien… con afecto, con palabras únicas y esperanzadas: no sólo ser bien curadas, sino bien cuidadas… Me conmueve

Miro a mi alrededor. Somos todas mujeres que padecemos cáncer. Yo no me siento enferma. No comparto prácticamente ninguno de los síntomas que veo en ellas. No comparto o creo no hacerlo. No estoy segura.

Hay de todo: gente muy arreglada. Gente muy abandonada. Gente muy linda. Gente muy fea. Gente con turbantes. Gente con cabellera. Mujeres. Mujeres sufrientes dispuestas a sentirse mejor.

- ¡Atentas! Estamos todas en lo mismo, pueden lucir sus calvas y ser libres de prejuicios en este espacio que es nuestro. Eso sí: siempre primero lavarse las manos y desinfectarse con alcohol. – resonaron fuertes y firmes las palabras de las coordinadoras.

Esta indicación libera actitudes y nos pone en alerta acerca del extremo que debemos cuidar nuestra salud

Comenzamos a acercarnos a la bolsita con maquillaje que nos regalaron. A explorarla… a ver qué hay qué hacer con ella…

Espejos, cremas, lápices labiales, sombras y pinceles comienzan a tomar vida en nuestras manos siguiendo las consignas y las indicaciones de las dos personas que coordinan el curso. También sobrevivientes.

Nos miramos. Estamos muy compenetradas en lo que nos pasa y en cómo disimularlo.

Elijen una señora como modelo para mostrarnos qué hacer. Es una señora que no luce bien… que está abatida… triste… sombría…

El maquillaje va dejando sus huellas en ella y en nosotras. Nuestros rostros comienzan a brillar y a resaltar nuestras variadas bellezas…

Ella sonríe… otras comienzan a imitar esa actitud. Poco a poco la risa y los chistes afloran y el espacio se tiñe de distención y alegría…

Mi hermana es una espectadora emocionada. Nos mira, nos abraza con esa mirada. Se siente parte. La siento parte.

Llega el momento de los accesorios: cómo usar los aros, cómo ponerse el pañuelo, cómo fabricarse un símil de peluca falsa que aparente cabello, qué ropa usar, qué colores.

De pronto descubrimos que esta enfermedad nos permite lucir bellas, hermosas, relucientes y que no es necesario vernos mal. Por el contrario, podemos deslumbrar al mundo y mostrarle quiénes somos y a qué estamos dispuestas…

La jornada tuvo varios cierres… el aplauso por lo logrado, el sorteo de bellos anexos para sumar al kit de belleza, el agasajo gastronómico que las voluntarias del hospital y sus hijos nos prepararon, y el irnos mucho más hermosas y decididas de lo que entramos a pesar de las lágrimas que en algún momento rodaron por nuestras mejillas y en las de nuestras sostenes en este día. Todas mujeres en esta sala. Mujeres dispuestas a ganar acompañadas por otras mujeres que decidieron estar a nuestro lado en cada batalla.

El punto final fue ella: la modelo.

Salió erguida, hermosa, con un pañuelo puesto como turbante colorido que le ilumina el rostro y unos aros enormes que hacían de marco a su hermosa sonrisa.

Y así salió del Gandulfo. Con paso firme y dispuesta a ganar. Como cada una de nosotras: maquilladas y con labios rojos. Rojos de vida y de esperanza.

No creo que esta mujer vuelva a inclinarse ante la enfermedad.

Ella ganó esta batalla y se fue dispuesta a expresarlo.

Todas ganamos hoy y salimos a manifestarlo al mundo… libres, bellas y ganadoras.

Eso nos dejó el “Luzca bien, siéntase mejor”, las ganas de vivir y demostrar (nos) que podemos…

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