Terminó de cenar y se acostó nuevamente. Como cada noche. Cada tarde. Cada día de los últimos meses.
Él, se quedó acomodando y haciendo los quehaceres del después: ordenar, lavar los platos…
Ella prendió la TV dispuesta a hacer zapping, pero encontró esa película que vio hace mucho y que tanto le había gustado. Esa en que la protagonista sabiendo que moría va dejando en manos de la nueva novia de su esposo el cuidado de sus hijos.
Le hizo mal. El contexto ahora era otro. Ya no le producía empatía sino un profundo y lacerante dolor
Ve ingresar a su esposo a la habitación con aspecto cansino… lento, encorvado, agotado.
Estamos viejos- pensó
Tomá- le dijo- poné lo que quieras…
-Pero vos estás mirando
- No, ya la vi- le contestó mientras pensaba cuánto dolor le produce hoy esta misma película
Él se acostó. Despacio, luego de cumplir los rituales que con los años se transforman en rutinas que no pueden faltar.
Ella cerró los ojos y sintió que él le tomaba la mano. Fuerte y firme. Solo como se puede hacer con más de cuatro décadas de estar juntos y amarse.
“¿Vas a morir?- pregunta la novia
Hoy no- contesta ella”
¿Vas a morir?- Se pregunta ella
No tiene la respuesta. Pero sabe que no ahora. No por esto. No inmediatamente.
Está dispuesta a dar pelea
Se pone de costado tratando de acomodar el cuerpo para que las heridas no duelan, y se dispone a pasar la noche planificando la lucha
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