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HISTORIAS DE ESTE TIEMPO


Como cada mañana, la despierta el suave contacto de sus dedos en su cuerpo. Ese deslizar la mano de forma tal, que sabe exactamente qué lugar tocar para encender su vida. El descanso nocturno le permitió recuperar la energía necesaria para ponerse a disposición inmediatamente ante su requerimiento.

Él, sabedor de lapsos y procederes, sabe esperarla el tiempo necesario para que toda su capacidad se encuentre en el momento justo de entregar lo mejor de sí.

La conmueve pensar este ritual diurno que se repite a pesar del tiempo transcurrido juntos. Por el contrario de lo que habitualmente se piensa, ese tiempo no envejeció la relación, sino que les permitió conocerse y darse satisfacción mutua.

A ella le gusta mirar sus gestos cuando desliza sus manos por su cuerpo. concentrado, pensante. Por momentos se detiene y la mira, con esa mirada lejana que tanto le fascina y la conmueve. La mira fijamente y piensa, para acto seguido retomar la tarea cotidiana de hacerla sentir plena. Aunque hoy parece más lejano, preocupado. Distante.

Ella lo ilumina en ese proceso de amor mutuo. Le provee lo que le pide, lo acompaña con toda su capacidad, siguiendo el ritmo que él impone.

Y se siente dichosa de poder hacerlo, de recorrer juntos caminos inesperados y únicos. Conocer nuevos desafíos, concretar viejos sueños.

De pronto este idílico momento se interrumpe por la llegada de un mensaje. Él deja de poseerla y, con ansiedad, lo ve leer lo que allí le escriben. Su cara se transforma. Ya no la toca. Si bien se queda en ese lugar, sobre ella, ya no está con ella.

Lo ve levantarse y llamar por teléfono, pero está tan cerca que escucha la conversación completa. Y se angustia. Era algo esperable, pero no pensó que iba a pasarle a él, que es tan cuidadoso en todo su proceder.

Lo ve mientras arma su bolso, cuando llaman a la puerta, cuando viene un alguien vestido como los astronautas que ven juntos en diversas historias que investigan.

Lo ve cuando se dirige hacia la puerta, con su andar cansino, su tos que lo acompaña hace unos días, sus dolores de cabeza.

De pronto, se detiene antes de cruzar el umbral. Se da vuelta, y con emoción, lo ve acercarse hacia ella. La toca, dirige su mano hacia ese botón que sabe va a dejarla inerme por un tiempo.

Mientras deja que su pantalla se apague, escucha que puede llevarla y su corazón de litio se emociona…

Allí va caminando hacia la ambulancia que lo aislará en un hotel: él, su bolso y la notebook.


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