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Garabatos

Aclaración previa: hoy, por decisión personal y sugerencia también de dos personas muy importantes en mi vida: Gloria, mi psicóloga y Cristina, mi profe de taller literario, comienzo a subir otros escritos que no están relacionados estrictamente con el cáncer.

¿Por qué? Porque yo no soy "solo el cáncer".

Tengo otros escritos, hago otras cosas: tejo, armo mi huerta, cuido mi jardín, cultivo orquídeas y trabajo el barro con técnicas precolombinas.

Asi que, decidí también compartir otros aspectos de lo que soy

Este cuento particular, surgió de dibujos hechos por niñes... debajo están publicados



Juan vivía en una casa toda de San Lorenzo. Techo de San Lorenzo. Jardín de San Lorenzo. Ventanas de San Lorenzo. Puertas de San Lorenzo. Humo de San Lorenzo… y hasta él era de San Lorenzo, vestido de rojo y con sus ojos azules…

Juan era amigo de Lucía. Ella era seguidora de All Boys, toda blanco y negro. Pero no era muy fanática, apenas un poco admiradora por una cuestión de “herencia” paterna. Eso sí, su casa era un reflejo de su belleza… las ventanas con arabescos que la adornaban, el techo sonriente y con unas pestañas preciosas que se formaban con las tejas que sonreían al que pasara… Lucía era muy simpática.

A Lucía le encantaba pintar con su lápiz negro. Pintaba los adornos de su casa, mariposas y bijouterie para su cabello. Un día se sintió muy sola y dibujó un gatito. Jugó con él un buen rato, pero claro, el gatito no sabía mucho de amistades todavía… quiso ir a explorar el mundo que lo rodeaba y se subió a un árbol… y ¡Oh sorpresa! Todo el gato que era blanco y con bordes negros, se transformó al tocar la naturaleza convirtiéndose en un gato marrón.

La sorpresa de Lucía fue muy grande… y se desesperó al perder la tranquilidad que el blanco y negro le daban…

Empezó a llorar desesperada porque no sabía cómo recuperar a su gato, si se acercaba al árbol no llegaba, y aparte corría el riesgo de cambiar de color. Y no estaba dispuesta…

Juan, que era su vecino, la escuchó llorar y se acercó a ver qué le pasaba… Lucía le contó con detalle todo lo que estaba pasando y también sus miedos.

Juan la entendió muy bien. Pensó que no sabría qué hacer si no fuera azul y rojo…

Pensaron un rato, uno cerca del otro, pero no tanto como para con mezclar colores, y decidieron que solamente los bomberos podrían ayudarlos.

Llamaron por teléfono y esperaron sentaditos en la vereda que vinieran a rescatarlos. Sentaditos cerca, pero no tanto.

Cuando llegaron con sus sirenas y sus luces, todo se transformó y se cubrió de colores brillantes y hermosos. Estiraron una preciosa, plateada y reluciente escalera con la que bajaron al michi del árbol y se lo entregaron a Lucía que no sabía si tocarlo o no.

De pronto ambos se dieron cuenta que era tan lindo el mundo de colores… mucho más divertido que el que ellos tenían en sus propias casas…

Lucía y Juan se miraron y se pusieron de acuerdo enseguida. Se tomaron de las manos… se abrazaron… bailaron juntos… dieron vueltas y saltaron la soga… abrazaron al gatito y se sacudieron juntos toda la tinta que tenían encima… y las cosas comenzaron a cambiar…

Los jardines de sus casas se llenaron de flores que reflejaban el arco iris… el pasto formó un espectro de verdes tan bellos y brillantes que los dos se tiraron y comenzaron a rodar en él.

Las casas se volvieron hermosas, coloridas, llamativas. Y el aire se cubrió de luces que se movían al son de los vaivenes con que el viento sacudía las ramas de los árboles..

Y así fue que Juan y Lucía dejaron sus soledades cromáticas para comenzar a compartir imágenes y sensaciones distintas para ellos y con el mundo.

Y el gatito siguió explorando y subiéndose al árbol. Y muchas veces tuvieron que venir a bajarlo. Pero ya no era un momento mágico, era un momento más en el mundo ahora cambiante en que estos vecinos se habían sumergido.





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