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Entrevista a un monstruo (1)

Camino por un largo, oscuro y patético pasillo. Conseguí la entrevista después de golpear muchas puertas y conversar con todo tipo de personas: políticos, abogados, fiscales, jueces. Siento que un delirante y repelente camino me llevará al encuentro de quien abraza los vahos cobardes del odio. Una puñalada de asco arde en mis entrañas y quiero huir sin que mis piernas obedezcan. Pero sigo. De pronto el ambiente cambia, se hace más luminoso, más limpio, más blanco. Cual celestial y prepotente blancura.

Un muro nos separa. Solo su voz llega hasta mi. Tal el trato conseguido. Quisiera verlo a la cara, pero acepté el acuerdo por temor a desbordar de ira y angustia, y no poder continuar escuchando su testimonio.

- Buenos días. Soy Bernt – no creí necesario decirle mi verdadero nombre- Ud. Sabía que iba a venir.

- Si. Lo sabía. Y estuve de acuerdo en que alguien escuche mi verdadera historia.

- Mucho se habla de sus “hazañas”. El miedo y el odio lo rodean.

- ¡Jajajaja! ¡No entienden nada…! ¿me odian a mi? ¿a mi? Solo hice lo que debía hacer. Para eso vivo. Ese es mi mandato

- Por eso vine… Para conocer por qué lo hace.

- Es mi naturaleza. Nací para hacerlo y lo seguiría haciendo si no me tuvieran encerrado.

- Bueno. De alguna manera la sociedad tenía que protegerse de sus andares, ¿no cree?

- No. La verdad es que no. Mientras yo estoy encerrado otros monstruos siguen sueltos, y yo soy quien debe destruirlos.

- ¿Por qué cree que tiene que hacerlo?

- Porque es mi función en esta vida: deshacerme de aquello que no debe vivir.

- ¿Y cómo sabe a quiénes destruir?

- ¡Ah! No es tan fácil… Hay que descubrirlos. Caminar entre ellos y buscar indicios. Mirarlos a los ojos. Escucharlos. Estar muy atentos a las palabras y los gestos. Sentir lo que sienten.

- ¿O sea que ud. puede disfrazarse?

- No hace falta. La vida me hizo lindo para que no me tengan miedo. Lástima que no puede verme. Mi piel es suave, casi transparente. Mis ojos color de cielo angelical. Mi andar es grácil y acompasado. Tengo mi cabeza cubierta con un delicado cabello que despierta ternura y ganas de acariciarlo. Nací bello para poder asesinar. Puedo estar su lado y no ser percibido, mientras planeo cómo voy a matarlo.

- Pero entonces ¿dice que andaba entre la gente común?

- Si. Mi obra es esa: acercarme y mirar. Acercarme y anotar. Acercarme y matar.

- ¿Qué siente estando acá? ¿Impotencia?

- Siento que debo seguir vigilante. En cualquier momento salgo. Muchos quieren que siga en las calles.

- ¿No piensa que lo reconocerían?

- Puede ser que sí y puede ser que no. Me resulta muy fácil camuflarme, de allí mi mote. Yo soy el representante de él en la tierra.

- ¿No le parece mucho?

- No. Lo dice mi nombre.

- ¿Su nombre?

- Si. Soy Alfredo, el ángel de la muerte

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