top of page

El hilo

iEstoy sentada en la silla, mirando televisión. Como siempre en estos últimos tiempos. Aburrida. Encerrada. Esperando que algún país desarrolle por fin esa vacuna que nos deje salir libremente sin pensar en la muerte. Los días, las tardes, las noches pasan dejando cada vez más aburrimiento. Pero esta tarde en particular, la vida me parece insulsa…. Sin ganas de nada. Eso de vivir sola está muy bien, pero no con pandemia. Ni un perro al que hablarle. Ni siquiera un gato al que acariciar. Es cierto que fue mi decisión. Una decisión acertada irme a vivir a otro pueblo. Lejos. No lejos: alejado. Elegí un lugar que no fuera fácil para llegar. Que no tuviera trenes y que los colectivos pasaran cada muerte de obispo. ¡Qué joder! Una vida sirviendo a otros. Ahora quiero paz… ¡La pucha! No contaba con la pandemia… Pero bueno… todo pasa por algo…

Decidí al menos tener alguna planta. No muchas, una, porque no quiero estar ocupada en otros. Basta de otros. Un potus. Eso. Y lo compré. Porque tampoco tengo ganas de andar peleando con un gajo. Que si el agua. Que si la raíz. Que si la luz. Que si… ¡Nooo…! Una planta ya hecha y que no me moleste. Como para tener algo y que viva aunque no lo cuide demasiado. No tengo ni tiempo ni ganas de hacer nada por nadie.

…………….

¡Uf! Otro día más… La peor es la tarde, ni puedo mirar la tele. Nos cortaron el servicio. Parece que algún picarón se robó los cables que llegan al pueblo. Claro. ¿Quién va a controlar en pleno campo? ¿para qué? ¿para los tontos que pagamos nuestros impuestos y mantenemos vagos podamos ver la televisión con el dinero que ganamos trabajando diariamente sin que nadie nos regale nada?

Me voy afuera. Me pongo el barbijo, no sé para qué, si no hay nadie por ahí. Voy hasta la vereda pero no salgo, por las dudas. ¡Si al menos pasara alguien por acá! ¡Qué pueblo de mierda! ¿cómo se me ocurrió venir a este lugar? Ni una montaña para mirar. Ni un lindo paisaje. NO. ¿Qué elegí? La llanura pampeana. Aburrida, insípida. Estúpida elección. Eso sí, nadie me jode. Porque, y no me canso de decírmelo, ya me cansé de que de la gente me use.

Me paro a mirar la nada, para un lado y para el otro. Nada. Me quedo ahí. Sola. De pronto descubro un hilo que cuelga de mi cuerpo. Seguro del barbijo. Barbijo de mierda que venden en la farmacia. ¡Y carísimo! Mañana me hago uno yo. No mejor no. Me compro otro pero que sea bueno, se lo voy a dejar bien en claro al farmacéutico que bien que me cobra para cualquier cosa.

Busco una tijera. ¡No hay una puta tijera en esta casa! Y si… ¿para qué quiero si yo no hago nada? Bastante hice en la vida. ¡Ah! En el cajón del ropero creo que hay una. Acá está. Agarro el hilo en mi mano e intento cortarlo. No corta nada. Tiro. Corto otra vez. Nada. Retuerzo el cordón para ver si se angosta y se gasta. Intento para un lado y para el otro, como con un alambre, para ver si de hace finito y se corta. Nada. ¿Cómo se afilará una tijera? Ma sí.

Vuelvo a mirar el hilo. Lo tomo por la punta y concienzudamente sigo su recorrido hasta el inicio. Descubro que sale de mi pecho. Del lado izquierdo. Brota por un poro y recorre el espacio hasta mi mano extendida. Lo sigo mirando. Lo agarro. Es muy fuerte. Finito y fuerte. Me entretengo un buen rato con el hilo que no quiere cortarse. Tiro y tiro y nada. No puedo definir qué color tiene. Sigo tirando. Mientras juego con el hilo (que ya me pone muy nerviosa), siento un pequeño dolor. Raro. No muy fuerte, pero raro. Como un tirón. Algún mal movimiento que hice volviendo de la feria, seguro. Sigo con el hilo. Nada. No quiere ceder. Decido dejarlo, total no me molesta.

Cuando el sol baja y comienza a estar más fresco me meto adentro. Volvió el videocable. Bueno. Menos mal. Voy a mirar un rato la tele. Me entretiene. Me encanta esa mujer que era la nuera del cómico ese que se murió. ¡Cómo sabe de todo! ¡Qué informada está! Mientras me entretengo con ella aprovecho a tomar unos mates y a comer algo. Me había olvidado de hacerlo al mediodía. Me siento cansada. Mejor me acuesto un rato. Hoy no tendí la cama. ¿Para qué? Si acá no entra nadie y a mi no me molesta.

Me tiro en la cama. Pongo la radio bajita para que me hablen un poco. No. Mejor busco música. No tengo ganas que nadie me diga nada. No quiero ningún contacto humano. No quiero ninguna voz humana. Ni en la radio.

Un tironcito. Otra vez. Pero distinto. Siento de nuevo el hilo. Por alguna causa me acosté arriba y tiró de tal manera que lo sentí en el cuerpo. ¿Cómo puede ser? Me acomodo y muevo el hilo de lugar. Ya no tira. Lo pongo sobre mi cuerpo y me duermo. Es como si me hiciera compañía y me abrigara. Porque lo siento tibio, cálido. Voy reconociéndole color. Es… ¿cómo decirlo? ¿natural? Me recuerda la piel de las salchichas cuando se saca de adentro el relleno y queda esa cosa pegajosa, finita, grasosa. Si. Así es el hilo. Como esa piel, pero un poco más reseco.

Me despierto con el hilo durmiendo al lado mío. Estirado a lo largo de mi cuerpo. Cálido y suave. Noto que ya está tan largo que llega hasta la altura de mis pies en la cama. Me levanto con cuidado de no aplastarlo. Me da ternura. Sin querer lo piso. ¡Mierda! Lo tomo en mi mano. Sigue siendo largo. Mas largo que anoche. Lo enrosco en mi muñeca y me voy a preparar el mate.

Es muy incómodo prender el gas, poner la pava, hacerme las tostadas con el hilo enrollado en mi mano. Me lo cuelgo del cuello como si fuera una bufanda sin cerrar.

El hilo se acomoda. Por momentos quiere enroscarse en el cuello y tengo que detenerlo. Siento que no es tan amigable como creía. O a lo mejor sí, y solo quiere acariciarme. No sé. Me falta el aire por momentos. Y aparece el dolor en el pecho. Es muy fuerte. Siento que voy a desmayarme, pero al final no. Pero me tengo que sentar. Siento que el hilo quiere salir de mi pecho y llevarse algo con él. Veo cómo paso el día. Me está costando mucho quedarme levantada.

¡Uf! Otra vez fin de semana. ¡Cómo si cambiara algo en mi vida! Lo único distinto es que no están los programas de la tarde que tanto me gustan. Me aburro bastante los fines de semana. Ni películas como la gente pasan, y no puedo salir a dar una vuelta por la calle porque tengo miedo de contagiarme. Va a ser largo el día… y el de mañana, peor aún… Y el hilo que sigue molestando. Está cada vez más grueso y más largo. Ahora tengo que levantarlo y enrollarlo en el brazo con varias vueltas para poder caminar libremente, porque si lo dejo en el suelo puedo engancharlo contra algo y me duele.

Decido mirar cómo está el lugar de dónde sale. De paso tendría que bañarme. ¿Cuánto hace que no me baño? ¿ya estaba el hilo o el hilo apareció después? Me saco el camisón. Si, porque no tengo ganas de cambiarme hace muchos días, total. Miro mi cuerpo en el espejo. Hace mucho que no me miro en el espejo. No me reconozco. Ese cuerpo lánguido, fláccido, lleno de pieles y arrugas que no reconozco como propias. El color de mi piel es casi como el color del hilo. ¡El hilo!

No puedo olvidarme de él. Tiro. Me duele. Veo cómo la piel del cuerpo se estira formando un pequeño montículo allí donde es el nacimiento del cordón de piel, porque es de piel. No cabe ya duda. De MI piel. Juego con el hilo. Tiro y aflojo mirando cómo se estira y encoje ese sector de mi cuerpo donde está agarrado. Tiro más fuerte. Duele. Sigo tirando y veo que comienza a salir cada vez un poco más hacia afuera. ¡Tutúm-Tu-túm! ¡Tutúm-Tu-túm! A medida que tiro pierdo fuerzas. El hilo crece, mi energía disminuye. Así funciona. El compás varía a medida que el hilo toma fuerzas: ¡Tu-tu- tutúm! ¡Tum-tu-túm-tú! Tiro. Duele. Pero es como si una fuerza superior me obligara a seguir tirando. ¡Tum-tú! ¡Tum! Se desacompasa el ritmo como una melodía fallida de la vida. No me importa el ritmo. Pienso que no quiero bañarme, que si no fuera por la gente no tendría que hacerlo, ni cambiarme, ni nada. Es muy cómodo estar así en el piso. Nunca me había dado cuenta. Y fresco. Muy fresco. Pero cada vez me siento más cómoda así. Tiro con mucha fuerza. El dolor es terrible. Me retuerzo en el piso. El hilo me mira como quien se siente ganador. Casi no tengo fuerzas, pero sigo tirando. Por fin el hilo se cortó… ¡tuut...! ¡Tuut..! …

Entradas recientes

Ver todo

Descanso

Mar, playa, arena. Todo perfilaba unas vacaciones extraordinarias. Solo le faltaba conseguir con quién pasarlas. Decidió que mejor sola…...

CAFÉ

No hay ninguna norma moral natural. Todo lo inventamos los seres humanos. Dora Barrancos. La pollera bamboleante permitía imaginar las...

Comments


bottom of page