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DIÁLOGO CON EL AYER



Estoy mirando la televisión por medio un servicio pago.

En esa casa en que hoy vivo, habitaron mis suegros, que en otro momento de la historia la construyeron con un plan que combinaba horas-trabajo con pago de cuotas mínimas. Un plan que se hizo enmarcado en otra ciudad única, pensada por un gobierno anterior, que aunque tildado de autoritario había planificado y puesto en acto una ciudad jardín, sin comparación en el mundo, con casas estilo californiano-peronistas para que habiten los menos pudientes.

Un barrio hecho dentro de los espacios verdes de esa ciudad pensada para gente como mis viejos, que viviendo en una pieza prestada, habían dejado una carta en el bolsillo de la esposa del dictador derrocado por la fusiladora.

Sentada mirando, refunfuño. Escucho a un presidente que se nota enojado mientras inaugura casas obreras abandonadas, y reprocha decisiones cortesanas que perjudican al pueblo. Lo miro junto a gobernadores y su Vicepresidenta, inaugurando esos que serán hogares para familias que vieron truncadas sus esperanzas mientras los dineros públicos agrandaban cuentas en países lejanos.

- ¡Qué increíble! – me dijo ella, sacándome de la concentración que tenía escuchando el discurso- ¡Estos gorilas siempre iguales! ¡No tienen arreglo!

- Es cierto- le contesté asombrada. No me imaginaba que podía aparecerse a mi lado. Agregué- Pero tengo tanto miedo que intenten dar un golpe de estado.

- Lo único que los mueve es la envidia. No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el canto de los ruiseñores.

- ¿Le parece? Las épocas cambiaron. Ya no es todo tan literal como antes. Aprendieron a camuflarse. A convencer. A ocupar espacios que solo eran de los trabajadores.

- Mmm… no sé. El pueblo no necesita que su gobierno se queje y culpe al antecesor…

- No. No es eso. El país quedó destruido, y la pandemia termina de confabular en contra de todo.

- (Sigue como si no me hubiera escuchado)… Es votado para que mejore la situación, por eso fue elegido, para dar soluciones. Para quejarse está el pueblo

- Es cierto. Pero la verdad es que las cosas han cambiado y mucho. La intervención ya no es directa. Es un trabajo de zapa. Van socavando. Van minando. Van hiriendo la gobernabilidad. Y del pueblo, les importa nada.

- Nunca les importó. Solo a nosotros. Los pueblos de la tierra no sólo deben elegir al hombre que los conduzca: deben saber cuidarlo de los enemigos que tienen en las antesalas de todos los gobiernos

- Si. Es verdad. Nunca estuvo tan claro como ahora.

- ¡Ah! ¡Por fin lo entendiste! Hace años que tus padres han intentado convencerte. Lo único que debemos hacer es adquirir plena conciencia del poder que poseemos y no olvidarnos de que nadie puede hacer nada sin el pueblo, que nadie puede hacer tampoco nada que no quiera el pueblo

- A ver… nunca estuve en contra del todo, y mucho menos del pueblo. Es que la derecha…

- Si. La derecha… El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos.

- Bueno. Es cierto. Pero tienen mucho poder...

- Más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos

- Ud. no entiende. La pandemia trajo encierro. El encierro despidos, que se sumaron a los ya existentes por los miles de empleos que se perdieron durante los cuatro años del macrismo y que venían de arrastre desde antes, desde que los golpes de estado primero y el neoliberalismo después, aterrizaron en nuestro suelo.

- El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre.

- ¿Y que solucionamos sabiéndolo? ¿Acaso con eso basta? Creo que Ud. es de otra época, y que aunque vigente, cree todavía en el poder de esas palabras que convencían. Hoy la palabra tiene dueños, y los medios de comunicación responden a ellos. No hay forma de organizarse y salir para poder combatirla con movilizaciones. Hoy no se puede salir. La muerte se apoderó de las calles. La gente tiene necesidades inclaudicables.

- ¿Necesidades? Donde hay una necesidad, hay un derecho. Querida, ya es hora que entiendas que no hay nada que sea más fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre y soberano- y diciendo esto, desapareció de la misma forma en que había llegado.

No pude dejar de pensar en sus palabras. En la necesidad de organizarse. De pensar en una marcha “de vacunados” que ponga en el foco de luz dos cosas: los vacunados y los que defendemos al gobierno. Dos factores emparejados en la lucha.

Y pensé en mis padres. Fanáticos militantes. En un hombre que por negarse a retirar los bustos de Eva de las plazas y espacios públicos, sufrió el escarnio del desempleo por años. Un hombre que había trasgredido la custodia de ELLA para entregarle la carta que se convertiría en vivienda.


Y también pensé en mi mamá, de reciente vuelo, que con sus 94 años había visto nuevamente a Eva en Cristina y nos pedía que la cuidáramos y la amáramos.

Y me pienso yo misma, en mis años renegando de un grupo político que viví con las áes al frente y los vínculos tenebrosos con la supuesta magia negra.

Y me vi defendiendo igual a ese gobierno de un golpe. Y me escuché hablando para nadie, mientras la transmisión de un partido de fútbol encerraba a los hombres deportivos y desaparecía a los otros. A la mujeres. A los niños.

Y me levanté del frente del televisor. Y me descubrí intentando movilizar a otros, a generar conciencia, a discutir futuros.

La visita de Eva me hizo bien, pero no hizo más que venir a conversar un rato con mi conciencia política.


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