Córdoba distinta

Cuando cursé la escuela primaria, mi mamá buscó ascenso social cambiándome “al normal”. Estaba en 6° grado.

Nunca jamás sufrí tanto como en esa escuela. Las maestras no eran buenas, una en particular, era muy perversa. Sádica. Mala. Discriminadora.

Terminó el año y huí. Sin permiso me cambié de escuela. Mentí. Me fui a otra. En esa otra terminé 7° grado y fui feliz.

Allí, recién ingresado también, conocí a Leo que fue mi amigo toda la vida. Más de 40 años de amistad. Hasta su repentina y anunciada muerte.

Te preguntarás por qué lo cuento… porque de esa amistad me quedaron grandes amores que atesoro con el alma: su esposa y sus dos hijas

Sus vidas se desarrollaron en Córdoba, a donde durante años fuimos a visitarlos cuando no eran ellos los que venían.

Todavía recuerdo esa Semana Santa cuando con mucha insistencia nos pidieron que fuéramos.

No teníamos auto. No era habitual viajar por tan pocos días. Estaba en pleno apogeo el menemato. O sea: no era decisión fácil.

Pero fuimos. Que un amigo te llame no es cualquier cosa.

Ese fin de semana, en un desayuno preparado por las entonces peques, esas niñas nos pidieron a los dos que fuéramos sus padrinos. ¡Gran emoción y aceptación inmediata, por supuesto!

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¿Se puede mantener una amistad a la distancia?

Respuesta contundente: SI

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Hacía pocos días que me habían operado. Creo que una semana. Y me llama mi amiga. Desde allá, desde su Córdoba. Y me dice que viene a verme. Me emocioné. Comencé a contar las horas y los días, como el zorro. –Y así, cuando llegues, descubriré el precio de la felicidad-

Aclaro que no es una mujer que haga de su vida un descanso, trabaja mucho. Actriz, dueña de un teatro, dramaturga, docente.

Y vino. Y me emocionó. Y la quise tanto o más que nunca, porque llegó desde la docta, tomamos unos mates y se volvió al mediodía.

En ese momento pensé ¿soy digna de tanto amor, de tanta amistad?

Pero volvió a sorprenderme tiempo después cuando en un damero de coordinaciones, horarios laborales y tiempos de descanso, las tres me dedicaron un fin de semana. Llegaron desde sus trabajos y volvieron a sus trabajos. El descanso fue reír conmigo, mimarme, compartir un asado, escuchar música, cantar…

Volví a pensar en este amor que nació de una rebeldía de niña que no quiso ser maltratada y discriminada en la escuela

Volví a sentir nuevamente esa sensación de plenitud y esa culpa del pensar si lo merezco

Volví a encontrarme con la gente que amo profundamente, con la que me une muchísimo más que una amistad.

Queridas mías, si lo leen, quiero contarles que son parte de mi vida, y que estos gestos que aquí relato van a hacerme feliz mientras viva, y que, si en algún momento la conciencia se disipa o la expresión no se hace evidente, seguro seguro los días vividos serán parte de esos recuerdos que creo ocupan la mente en los últimos momentos.

Y algo más, es tanto lo que las quiero que hasta puedo pensar en ir a verlas allá a pesar del voto cordobés.