Un hermoso día.
Primero de compras a lo que llamamos burlonamente “Mercal Center”, pero que semana a semana y año tras año, nos permite verduras y quesos de alta calidad a excelente precio, y ropas de no tanta pero que, aunque se use un tiempo y se tire, vale la pena…
Después un asadito hecho por mi esposo. Una buena y reparadora siesta. Y luego, al agua pato en la pileta de lona plástica que compramos hace tres años. Casi cuando nos mudamos acá. Y a la que pude ingresar ayudada por una escalerita auxiliar y buena onda.
El año pasado no pude usarla. Complicaciones, biopsias, cirugía. Un año de quietud e inmovilidades varias.
Cuando hace una semana quise bañarme, en un día caluroso como el de hoy, mis piernas no tuvieron fuerza para subir los peldaños de la escalera. Me deprimí. Me deprimí mucho.
Tanto que esta semana solo pensé en lo negativo: que no tener fuerzas, que lo que engordé, que otra vez no podré estar ni con mi hijo ni con mi nieto en sus respectivos cumpleaños, que el miedo a lo que viene, que… que…que…
Una larga lista que ni puedo recordar completa pero que marcó días y noches de gran tristeza y angustia.
Sin embargo, en este año pasaron muchas cosas buenas.
- Estoy viva.
- No tuve mayores complicaciones con la quimioterapia. Aunque sí alguna de las esperables, pero soportables.
- Me está creciendo el pelo de nuevo. Más raleado. Más canoso. Pero pelo al fin.
- Me siento muchísimo mejor.
- Todos los estudios y análisis que hasta ahora me hacen, salen bien.
- Viajé a ver a mis nietitos cada vez que se dio la oportunidad ¡Y pude hacerlo!
- Me manejo sola.
- Hago las compras y la comida de la casa.
- Recuperé mis clases de cerámica.
- Escribo. Tejo. Coso.
- Cuido mi huerta y mi jardín.
- ¡Estoy viva!
Pensar en la pulsión de vida me lleva a relevar aquellas cosas tan importantes que hacen a la felicidad cotidiana. Las pequeñas o grandes cosas que nos mantienen, nos sostienen y nos empujan a seguir.
La medicina me sigue cuidando. Me hicieron los estudios previos a la decisión de tratamientos a elegir. Me ofrecen una reunión para conocer en profundidad qué es la radioterapia.
Y yo me sigo cuidando. Porque me quiero y quiero seguir un tiempo más molestando por estos lares.
Un balance sumamente positivo que es necesario hacer para que no te gane la tradición de pensar a esta enfermedad como “sin retorno”.
Estoy convencida que cuando uno está dispuesto a vivir, algo se impone en tu vida para poder hacerlo.
Y me sigo pensando con futuro. Y planifico mis días. Y pienso en la vuelta al trabajo, y al día a día.
Porque es así. Soy así.
En algún otro relato lo conté: siempre tengo mil y un proyectos en juego.
Ahora solo uno: terminar el tratamiento y seguir disfrutando mi vida.
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