Qué profunda emoción recordar el ayer
Cuando todo en Venecia, me hablaba de amor.
Ante mi soledad en el atardecer
Tu lejano recuerdo me viene a buscar
Diciembre. Verano.
Aznavour acompaña tu recuerdo inolvidable.
La fiesta de Navidad en casa de la tía Matilde, cumpleañera entrañable. Cena del 24 a la que indefectiblemente llegábamos tarde, porque mi mamá nos hacía ropa nueva para estrenar, y siempre la terminaba de noche, sin considerar que había que ir desde La Matanza a Los Polvorines en colectivo, en los ‘60. Más de una noche brindamos con la bronca de mi papá en la parada del colectivo.
El fin de año en casa. La música. La danza. La noche al aire libre. Las guirnaldas caseras, atadas precariamente, que mi padre comenzaba a hacer un mes antes. La preocupación.
Aznavour de fondo preparando la escena.
La llegada de la tía Nelly alegró mi vida durante muchas festividades, y aún hoy que ya no está. Con ella, la fiesta reinaba en la casa: sus abrazos, sus ropas, sus risas a carcajadas. Los disfraces que inventaba para mi, su “cubanita”. El hablar en el francés materno que perfeccionó con los años. El hablar: con nosotros y con los otros. Los invisibles.
Aznavour es mi infancia con ella.
Su entrada era siempre triunfal. Con un grito de alegría, un abrazo de oso extrañador y un beso tan apretado y amoroso como nunca más volví a sentir. Entrar a la casa y cantar, era un solo acto. Cantar y fumar, mientras su mirada se perdía en vaya uno a saber qué resquicios de su alma, era otro. Cantar, fumar, hablar en francés y abrazarme con una sonrisa que marcó mi carácter y mi amor por ella, culminaba el acto.
Aznavour como testigo de este amor.
Hasta que dejó de venir. Ya no salía. Teníamos que ir nosotros a verla. No estaba la música que la rodeaba. No estaban las luces, ni los brillos. Pero seguían allí sus sonrisas bondadosas, sus abrazos, sus profundas miradas, sus amorosos besos, sus soliloquios con los invisibles.
Aznavour no la abandonó. La acompañó cantando en sus años en el Moyano. Y me acompaña a mi, junto a ella, cada vez que lo escucho.
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