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Ansiedades

Estoy en casa. Siento que no puedo escribir. Ni puedo modelar. Ni puedo tejer.

No puedo.

Esta semana fue rara. Entre la espera de los estudios que definan qué tipo de radioterapia voy a recibir y el enterarme de la muerte de dos amigas de la adolescencia, me siento en un vaivén entre dos mundos. Mi mente debate si gané o estoy en transición. Si Eros es más fuerte que Tanatos y la pulsión de vida me sigue llevando por su camino.

Me doy cuenta que algo anda mal. Me siento depre, cansada, ansiosa.

Todo me resulta difícil. No quiero hacer nada de nada. Un malestar terrible se apoderó de mi cuerpo y de mi alma.

Como si fuera poco, un dolor intenso se instaló en mi cadera y mi cintura. No puedo evitar pensar en complicaciones.

Mi esposo me mira y me pregunta si me siento bien.

Si. No me siento mal. Me siento triste. No es lo mismo.

Mi hijo viene a tomar unos mates. Mi nuera me saluda. Mi sobrina quiso venir a verme dos veces, y en ambos casos, no iba a estar en casa y no pudimos concretarlo.

El peso de la conciencia de la muerte es insoportable. Todos sabemos de su llegada. Desde el momento que nacemos conocemos este destino, pero no vivimos pensando en ello. No somos concientes de su proximidad y su inevitabilidad.

Vivimos. Hacemos. Amamos. Creamos. Somos.

Pero cuando la idea se apodera de tu mente, no podés mirar para otro lado. Allí está, rondándote como los dementores. Y no sabés cuál es el hechizo para alejarlos. Buscás en el repertorio de tu vida y no es tan fácil encontrar el cómo.

Solo sabés que es el hoy el que cuenta. Y el amor por tu familia. Y tus nietitos que te mandan “caritas” por Whattsapp o un audio diciéndote que te aman, o que no te devuelven una cartera que olvidaste porque tiene “olor a abuelita” y se la llevan a su pieza para tenerte cerca a pesar de los más de mil km de distancia.

Y el consuelo de saber qué piensan respecto a tu muerte.

- Te veo muy pensativo. Muy concentrado. ¿En qué estás pensando?- le pregunté al mayor que nos miraba a todos pero con su cabeza por otros caminos…

- Estoy pensando que si se moriría mi papá, o mi mamá, o el abuelo, se morirían y listo. Pero que si vos te morirías, estoy seguro, seguro, te convertirías en un hada.

Nunca imaginé ser merecedora de tan hermoso piropo.

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