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Amorosa intención

Un brutal día de calor. 42 de sensación térmica.

Gripe y tos en mi consorte acompañante, que a pesar de todo se mantiene firme. Siempre al lado mío.

Llegamos al hospital y ahí estaban.

Quedé muda. No supe qué hacer.

Me acerqué y saludé.

Solo un beso.

Lo único que pude decir fue “Antonio está estacionando. Ahora viene y charlan”

Solo atino a darle una tarjeta con el link de este blog. No sé. Para acompañarla y poder poner en palabras lo que personalmente queda atrapado en la angustia de verla.

Mi mirada desconcertada fue reconocida por una paciente que no entendía, ni entendió lo que a mi me pasaba.

Busqué rápido una silla porque sentí que iba a caerme.

Me senté lejos. Enfrentada. Saqué el celular como un paraguas salvador que me permitiera esquivar la mirada y pensar rápidamente cómo zafar.

Ellos me miraron también desconcertados.

Los conozco de toda una vida. Una de sus hijas fue compañera de mi hijo mayor. Una de esas familias con las que sentís afinidad de años.

Verlo allí, acompañando a su hija. Tan joven, tan enferma.

Una mujer que si bien tiene dos hijos, el cáncer le truncó la posibilidad de seguir siendo madre.

No me animo a preguntarle nada. No quiero hablarles.

Rememoro mi propia esterilidad a los 22 años, pero por otro motivo que no viene al caso, dejándome también y previamente dos hermosos hijos.

La histerectomía total a los 37 que vino a poner fin a una larga historia de incomodidades y dolores.Una histerectomía que me llegó diez años después que a ella y sin la espada de Damocles amenazando .

Toda la historia de esos años da vueltas por mi cabeza. Me siento mareada. Triste. Incómoda.

Los miro y me miro.

Miro a ese padre y miro a mi esposo.

Pienso que es terrible que él me acompañe cada día en esta antesala de la muerte que a todo organismo vivo le espera, y que estamos intentando dilatar lo más posible.

Pienso. No puedo dejar de pensar. Que mi esposo me acompañe debe producirle dolor. Seguramente.

No lo dice, pero se percibe.

Pero acompañar a un hijo en esta lucha, debe ser algo tan tremendo que ni puedo pensar en ponerle un nombre.

Sigo sin saber qué decirles.

Cambio de silla. Me siento más cerca. Detrás de ellos.

La llaman. La irradian. Se va.

Me llaman. Me dicen que vieron mi blog. Nos reímos porque no recuerdo los nombres. Me invitan a publicitarlo en la sala del hospital.

Me reconforta.

Estas letras que dicen lo que no sale personalmente, pueden servirle de apoyo a alguien. Esa es la intención.

Y pienso nuevamente en ellos. En los hijos. En mis hijos. En mis nietos.

Acá estamos. No hay dolor que no pueda vencerse con el amor que tenemos y que nos tienen.

Pienso: no debe haber algo más terrible que ver a un hijo pasar por esto.

Pienso: no debe haber algo más amoroso para un hijo que ver a su padre estando a su lado en la lucha por vivir

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